Las mascarillas evitan el contacto con las gotículas respiratorias producidas por las personas con COVID-19 al toser, estornudar, cantar o hablar, y son la principal forma de transmisión del coronavirus causante del SARS-CoV2. Por este motivo, desde el inicio de la pandemia, una de las principales medidas para prevenir el contagio del virus ha sido el uso obligado de la mascarilla a partir de los seis años.

Sin embargo, la evolución favorable de la pandemia en España, con el descenso estable de la incidencia acumulada de casos de COVID-19 a los siete y 14 días y la tendencia a reducirse la ocupación en unidades de cuidados intensivos, junto con el buen ritmo de vacunación, ha permitido plantear la relajación del uso de las mascarillas.

El Ministerio de Sanidad está trabajando en modificar la obligación del uso de las mascarillas en espacios exteriores o ámbitos muy concretos. Esto incluiría plantear la no obligatoriedad del uso de la mascarilla en colectivos que estén completamente vacunados, como por ejemplo en las residencias de ancianos que tienen cuotas de vacunación de alrededor del 98%. No obstante, se deberá seguir utilizando en espacios cerrados e incluso será difícil dejar de utilizarlas en algunos ámbitos hasta que el porcentaje de la población vacunada no sea muy elevado.

El pasado siete de junio, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, afirmó en rueda de prensa que, teniendo en cuenta los datos epidemiológicos, las coberturas de vacunación y los plazos necesarios para modificar la ley, se podría plantear dejar de usar la mascarilla en los exteriores el mes de julio o incluso antes.

Sin embargo, algunos expertos apuntan que la relajación del uso de las mascarillas se debe hacer con extrema prudencia, ya que este las mascarillas se han mostrado como la medida más eficaz para prevenir los contagios. La relajación del uso de la mascarilla se debería limitar a espacios al aire libre donde se pueda mantener la distancia de seguridad.