Cada año, desde el 2008, el día 28 de julio se celebra el Día Mundial de la Hepatitis, para concienciar sobre las hepatitis víricas, enfermedades debidas a la infección con alguno de los cinco virus de la hepatitis (A, B, C, D y E), que producen la inflamación del hígado y pueden causar enfermedades graves como el carcinoma hepatocelular o la insuficiencia hepática.

A pesar de que algunos tipos de hepatitis son prevenibles mediante vacunación, cada 30 segundos fallece una persona a causa de una enfermedad relacionada con la hepatitis. Los tipos B y C, los más comunes, se estima que afectan a 325 millones de personas en todo el mundo, la mayoría de las cuales no tienen acceso a las pruebas ni al tratamiento, con tres millones de nuevas infecciones y 1,1 millones de defunciones cada año.

Con el lema “La hepatitis no puede esperar”, este año la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha querido transmitir la urgencia de los esfuerzos necesarios para cumplir con el objetivo de reducir en un 90% las nuevas infecciones y en un 65% las defunciones entre 2016 y 2030, y conseguir así eliminar la hepatitis como amenaza para la salud pública de aquí a 2030.

Los principales mensajes para la población general de la campaña de este año son que no podemos esperar más para ofrecer a las personas con hepatitis tratamientos que les salven la vida, detectar y tratar la hepatitis B en las embarazadas y prevenir así la transmisión al niño, vacunar a los recién nacidos contra la hepatitis B, dejar de estigmatizar y discriminar a las personas afectadas por la hepatitis, aumentar la inversión en las organizaciones comunitarias y convencer a los responsables políticos de que se comprometan y actúen ahora para financiar las actividades de eliminación de la hepatitis.

Mediante la vacunación, el acceso a pruebas diagnósticas y medicamentos y con campañas de educación se estima que se podrían prevenir hasta 4,5 millones de muertes prematuras de aquí al 2030.