El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) es un virus que ataca y destruye las células del sistema inmunitario del cuerpo, que a largo plazo pierde la capacidad de protegerse ante bacterias, virus o cualquier enfermedad que entre en el cuerpo humano.

La infección por el VIH generalmente pasa por tres etapas. La primera es la fase de infección aguda con síntomas similares a la gripe, en la que las personas infectadas tienen una gran cantidad de virus en la sangre y son muy contagiosas. Posteriormente pasa por una fase de infección crónica asintomáticas durante la que el virus está activo y continúa reproduciéndose, y puede transmitirse. Esta fase puede durar décadas, aunque hay personas que progresan más rápido. Finalmente, la infección llega a la fase avanzada o síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), en la que el sistema inmunitario está muy dañado lo que lleva a la aparición de enfermedades oportunistas o enfermedades graves como las neoplasias.

Gracias a los avances médicos la infección por el VIH ha pasado a ser una enfermedad crónica. En la actualidad las personas infectadas pueden tomar una combinación de medicamentos, denominados terapias antirretrovirales, que evitan que el virus se replique y siga destruyendo las defensas, lo que evita que se desarrolle el SIDA.

Aunque las terapias antirretrovirales no logran destruir por completo el virus en el organismo, por lo que es necesario tomarlas de por vida para mantenerlo controlado, consiguen disminuir la cantidad de virus y permiten que empiecen a aumentar las defensas. Esto ha llevado en las últimas décadas a aumentar de forma importante la expectativa de vida.

Una buena adherencia al tratamiento mejora la calidad de vida de los pacientes, aunque esta también se puede ver afectada por factores psicológicos y sociales. El estigma, la precariedad económica, el malestar emocional o la preocupación por el futuro pueden tener un efecto negativo sobre la salud. Por este motivo es necesario identificar correctamente a los pacientes de mayor riesgo, y fomentar el apoyo social para mejorar el bienestar y la calidad de vida de las personas con infección por el VIH.

Con el tratamiento y apoyo social adecuados las personas infectadas por el VIH pueden tener una vida larga y saludable.